Vemos venir la muerte del sistema educativo público de todos y para todos, a los asesinos con el cuchillo de carnicero en la mano, el mandil de goma, los guantes de malla, y muchos se quedan callados, inmóviles, paralizados, esperando ¿que no les toque a ellos? El silencio de los corderos que no hacen nada para evitar su final, a pesar de ser muchos más. El miedo que acalla. ¿Pasará eso hoy 24O Huelga General de Educación?
Opinión. José Santamarta Fraguas
La víspera
Porque estos días, en las mesas de consulta ciudadana por la educación que ha organizado en la calle la Plataforma Estatal por la Educación Pública, el apoyo era asombroso, emocionante a veces. Incluso algunos pocos que contestaban que estaban a favor de la política educativa del gobierno, contestaban no a la segunda pregunta, sobre la política de recortes en educación. Lo dicho: un clamor de grada. Nadie quiere esta ley. Pero se aprobará definitivamente, con sus enmiendas y todo. Todo el mundo está en contra pero será. Llevamos casi dos años de protestas verdes, pero será. Y hay muchas personas implicadas, pero otras muchas no. Los corderos en silencio. Serán la mayoría silenciosa.
Porque lo ha dicho en las urnas la mayoría. La mayoría absoluta fue consultada y contestó que sí. La mayoría votó en las elecciones generales que sí, que quería una ley que apoyara la educación privada, que impusiera más horas de trabajo a los profesores a la semana, que los chavales tuvieran que compartir a su profesor con más alumnos por clase, que no tuvieran tanta atención por parte de su tutor, que no pudieran hablar en inglés porque son demasiados en clase como para practicar oralmente el idioma, que no tuvieran beca de libros casi ninguno, que el comedor fuera para ricos, que no tuvieran profesores de apoyo, que las optativas del bachillerato fueran a distancia, que en su ciudad no hubiera un bachillerato digno y tuvieran que ir a otro instituto lejano a estudiar, que después de aprobar todas en junio les hicieran otro examen de todo el curso para ver si se lo saben otra vez ocho meses después y si no quitarles el título de ESO o Bachillerato que ya habían demostrado merecer, que las notas de sus profesores no sean suficiente para darles ya el título sino que venga alguien de fuera, algunos de no demostrada capacidad, a darles la puntilla o el salvoconducto, que tengan que saber que deben amar a un dios insondable sobre todas las cosas porque si no como castigo tendrán que aprender a ser ciudadanos éticos y democráticos (los religiosos no necesitan serlo, parece), que el director de su instituto o colegio puede hacer que un amigo suyo entre a darles clase, que sus padres y compañeros del consejo escolar ya no vayan a tener peso en las decisiones del centro, que si su profesor está más a favor de sus chicos ante alguna injusticia que de su director o de la Junta y protesta, lo pueden echar del centro aunque sea injusto, que si vive en un barrio difícil su colegio va a recibir menos dinero de la Administración, que habrá que ahorrar años para poder pagar estudios de universidad a nuestros hijos, etc. Eso es lo que quiso la mayoría.
Bien, perdón por el fárrago, pero todo esto, y más, ocurre porque en las elecciones generales pasadas la mayoría de la población española dijo con su voto que quería que se hiciera todo esto. Seguramente nadie vio en su papeleta de voto o en el programa electoral todas estas cuestiones. Pero estaban. ¿O no estaban? ¿Lo votaron o no lo votaron?
Ha habido Huelga General de Educación. Y la convoca todo quisque. No hay fisuras. Incluso algunos sindicatos de profesores que no lo pensaban hacer la han convocado o tenido que convocar finalmente. Las AMPAS, las diversas organizaciones de estudiantes. Todos para todos.
Y todos estamos agotados. Hartos de protestar, de perder dinero, de colaborar con algunos sindicatos, de que no sirva para nada, de que algunos no hagan las huelgas pero no quiten la mano cuando llegan los beneficios. Pero, ¿cuánto hicieron nuestros mayores por lograr lo que teníamos hasta que se nos ha arrebatado y se nos sigue arrebatando? Incluso muchos llegaron a morir por ello. Creo que a poco leales que seamos a nuestra gente pasada, debemos intentar impedir el saqueo, la rapiña que se está produciendo del bienestar que ellos lograron con su sudor y su sacrificio, incluso con su sangre (y no es una licencia poética). No seríamos dignos de ellos si no lo hiciéramos. Mal los honraríamos. No sé si podríamos tener buena conciencia, ir con la cabeza alta, si no hiciéramos nada por defender lo que ellos ganaron con tanto sacrificio. Porque las condiciones educativas, sociales laborales, etc. que ahora tenemos-íamos no han sido un regalo de los poderosos. Son fruto de la lucha. Y muy dura. Pero eso no importa parece, porque la mayoría votó que quería perder esos derechos adquiridos por sus mayores.
Dicen Wert y la que dicen es su amante por los medios que los profesores hacen huelga porque tienen trabajo fijo. Puagh. Claro, lo ideal es que los trabajadores estén todo el día con la espada de Damócles del despido sobre sus cabezas para que sus jefes puedan abusar de ellos, esclavizarlos si es menester, sin que puedan ni siquiera quejarse por los atropellos que sufran, porque si no se quedarían sin el pan para sus hijos. Esto es lo que significa lo que han dicho. La naúsea.
Los profesores, junto con los alumnos y padres, hacen huelga por su país, por la sociedad, por todos. No van a perder su trabajo, afortunadamente, y por eso el ministro y su amante secretaria no pueden despedirlos, aunque parece que les gustaría. Pero no protestan por eso. No piden para ellos. Piden para todos. Piden y protestan porque quieren una educación de calidad. Porque una educación de calidad crea una sociedad de calidad. Y una sociedad de calidad, un país de calidad… que quizás a algunos no les encaje en sus intereses.
Supongo que Patricia Fernández Gómez, maestra de 26 años, esa chica de Astorga que nos contaba que se tiene que ir de su país a buscar un trabajo de lo que sea haría huelga si pudiera, aunque ni siquiera habiendo estudiado en una educación pública gratuita y estando tan bien preparada, pueda encontrar trabajo como maestra entre estas ruinas de la burbuja inmobiliaria en que sobrevivimos. Imagínense sin estudios. Ni siquiera podría irse, paradójicamente.
José Santamarta
Doce